martes, 22 de julio de 2014

De Barcelona-Sants a Gare de Lyon.

Hola a todos, retomo la actividad bloguera luego de un día de descanso. Al menos de descanso con "la Internet" (¿aún funciona esa cosa?), ya que no ha sido descanso en lo absoluto en cuanto a viajar se refiere. Saludando con el pañuelo blanco Barcelona se fue alejando apenas ingresé en los túneles del Renfe, el tren de alta velocidad que conecta esta ciudad con mi siguiente destino.





El tren partió puntual, como viene siendo hasta ahora, a las 9.20 de la mañana. Asientos enfrentados, me tocó compartir el viaje con tres españoles muy amables, aunque charlatanes hasta por los codos, así que opté por conversar un ratito y luego auriculares para disfrutar el paisaje con un poco de música. Promediando las dos horas de recorrido fui por un menú-desayuno al coche catorce, espacio donde funciona la cafetería. 

El coche bar.

Después del desayuno me puse a reflexionar: pero que rápido vamos, ¡canejo!



Entrando a una precaria estación de la campiña francesa.



A las 15.45hs atracamos en la estación Gare de Lyon, de París. 

Tomé algunas fotos de los trenes que son un derroche de tecnología.


Los veloces avechuchos.



Con el equipaje a cuestas, y tras muchas horas de viaje, no temí al empacho de rieles, motivo por el cual me sumergí en los laberintos del metro de París. Haciendo caso a las señales, y sintiéndome en el cuento El Perseguidor de Julio Cortázar, arribé al Villa Luxemburgo.


Esta será mi mesa de operaciones a través de la cual me pondré en contacto con ustedes. 
(El reflejo me pertenece)


Este hotel lleva dicho nombre por las cercanías con los jardines y el palacio de Luxemburgo. Ubicado en el bohemio barrio de Montparnasse, deja al alcance del buen viajero -y del buen Cronopio- todas las concurridas calles, museos y atracciones.

Lo que viene, lo que viene, entonces... la niña mimada de Europa, la ciudad luz: París





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