viernes, 18 de julio de 2014

Port de Barcelona.

Tanto caminar rindió sus frutos, al fin el Mar Mediterráneo se hace presente, custodiado por el intenso sol del verano español. Una ciudad con mar es una ciudad viva.

Pocas palabras y muchas fotos:







El punto de amarre se llama Las Golondrinas, ¿adivinan por qué?


(Un japonés metió la pata y me arruinó la foto, estos japoneses están por todos lados).




Mira la pajarita, mira la pajarita, mira la pajarita...


La Rambla se convierte en El Puente.






Vistas desde El Puente que cruza sobre un canal del Mediterráneo.



El niño que boya.




Afortunados -literalmente hablando- los que poseen uno de estos.


La Torre del Reloj Jaume I.


Allí arriba, el teleférico catalán. 





¡Hasta la próxima!
(Cuidado con las selfies... yo se los advertí)

Monument a Colom. Barcelona.

Finalizando el recorrido por La Rambla, llegando al Puerto de Barcelona, se aprecia el monumento que España elevó a Cristóbal Colón. 



El genovés Cristóbal Colón (1451-1506), ávido navegante, residía en España cuando recibió la noticia que cambiaría su vida y la del resto de la humanidad. Durante el enero de 1492 los reyes Católicos, Fernando e Isabel, le darían una audiencia en la que le permitirían exponer su ambiciosa empresa, encontrar una nueva ruta oceánica que conectase el reino de España con India y Catay (China), navegando en dirección Oeste. Quizás dejándose llevar por el fervor de la toma de Granada (el último bastión Moro del país), los reyes financiaron la expedición. Colón partió con sus tres naves desde España, arribando a las que hoy conocemos como Islas del Caribe y a Cuba. Sin embargo, hasta el día de su muerte, el genovés se negó a creer en que su ruta había dado en descubrir un nuevo continente. 


Desde La Rambla, a Colón se lo ve de espaldas...


...porque de frente señala -para siempre- el Mar Mediterráneo.


Se terminó La Rambla catalana, y ahora estamos en el Puerto. 


Mercat de la Boquería. Barcelona.

Ahora si, continuando con el fantástico recorrido por La Rambla, con una temperatura de 33°C, cruzo la calle para abordar el famoso Mercat de la Boquería. Antiguo y lleno de historia, hoy recibe tanto a turistas como a catalanes (algunos muy adentrados en años) que van allí a engullir cuanta oferta culinaria asome. Se puede comer al paso, sentarse en algunas mesitas o en las barras de los locales, como así también realizar las compras del mes, tal lo hacen los residentes permanentes del barrio. La variedad de productos es tan amplia que es posible optar por pescados, mariscos, fiambres, frutas y verduras, empanadas, carnes rojas, exprimidos, vinos y hasta golosinas... ¡pasen y vean!







Ancianos catalanes y turistas.





Puesto de frutas y verduras en la placita del mercado, al aire libre.


¡A las golosinas! 




 El histórico Bar Pinocho.
-Difícil hacer una buena foto con tanta gente empujando-



La Carte des Vins.
Una vinoteca variopinta, de España y Francia.



Para combatir el calor del mediodía catalán opté por un Sprim Multifrutas.
(Si uno quiere ahorrar euros puede picotear de todo un poco, ¡aprovechando las muestras gratis!)


Se terminó el juguito, entonces... a retomar la ruta por La Rambla.


La Rambla y sus calles. Barcelona.

Desde la Plaza Catalunya hasta el Puerto de Barcelona se extiende la hiper concurrida calle de La Rambla. Es sin dudas el paseo peatonal más visitado de la ciudad. Uno puede caminar por allí de un extremo al otro y al mismo tiempo desviarse con dirección lateral, izquierda o derecha, para seguir descubriendo edificios, catedrales, museos, mercados, bares y un sin fin de ferias y puestos que venden los más diversos productos.


Caminando por La Rambla.



El antiquísimo bar Viena

Viejos discos y grandes colecciones (todo ello muy caro) en la casa Beethoven.


Desviándome de La Rambla, hacia la derecha -sentido al mar- llegué a una hermosa construcción: 

 Església de Sant Pau del Camp.

Se puede recorrer por dentro, pero sólo al término de la misa de las 12hs. 
(Eran las 12.05hs, así que decidí retomar el camino por La Rambla.)


Así las cosas, imperturbable en mi marcha, entre turistas y comerciantes, no pude hacer otra cosa que detenerme apenas doy con la esquina en la que se encuentra el...


Palau de la Virreina.





Luego de tanta arquitectura, hice una pausa y llegué a mi próxima estación, pero ese es otro capítulo.
(O sea, hay que ver el posteo siguiente a este...¿entendés de lo que te hablo?)

Hostal R. Sans. Barcelona.

Una nueva ciudad por recorrer, aunque antes, hay que acomodarse. El Hostal Sans, como se lo conoce aquí es un sitio muy agradable. Su gran ventaja es la cercana ubicación a la estación de trenes de alta velocidad Barcelona Sants; esta última no sólo une Barcelona con otras ciudades españolas como Madrid, Zaragoza o Tarragona, también tiende una rápida conexión con otros países, por ejemplo con Francia. 

Pero volvamos al Hostal, les decía que por su buena ubicación uno puede caminar con sus equipajes -apenas seis cuadras muy tranquilas y pintorescas- y llegar desde la estación a la residencia.



Una recomendación, si al llegar a la recepción encuentran dos administradores conversando -o discutiendo, no lo sé muy bien- en catalán, bueno...a no decir ni buenas tardes, nos resta esperar a que terminen su cháchara y que alguno de ellos inicie las cordialidades.

El ingreso resulta satisfactorio, pedido de documentos, una firma y listo, llaves, ascensor, pasillo y habitación.



El cuarto, aunque humilde en su concepción, tiene todo lo esperado, lo más importante; aire acondicionado para soportar la oleada de calor español que sigue marcando picos de entre 34 a 38 grados.

Con pertenencias acomodadas, a abrir la ventana y encuentro un lindo balcón:

Desde el séptimo piso se aprecia una hermosa vista del Barrio de Sants.

Primera caminata por la hermosa ciudad.


Y es apenas un adelanto, porque les aviso que estoy preparado para recorrer mucho más.



¡Hasta pronto! 
(Según estudios recientes las selfies pueden devenir en un trastorno patológico -Oxford University-, por favor sea prudente, el uso abusivo de selfies es perjudicial para la salud, ¡este sujeto no sabe lo que hace!).