Para muchos una visita a París es sinónimo de una visita al Museo de Louvre. Mi caso no fue la excepción, y agrego que se trata de un sitio magnífico, con la colección más basta de obras de arte clásicas que graban a fuego en la memoria de cada uno los hitos y los mitos de la historia de la humanidad.
Sabiendo que los días martes el museo se encuentra cerrado, aproveché para acercarme, y en la ausencia de muchedumbres insoportables, tomar unas fotos de los exteriores.
Ingresando por el Puente de las Artes -aquel de los candados, ¿se acuerdan?- se ingresa a la Plaza del Museo.
La Plaza del Louvre y su fuente.
Sorteando las galerías se llega al Museo propiamente dicho...
Las controvertidas pirámides de vidrio creadas por I. M. Pei.
Este anexo modernista fue muy criticado por personas cercanas a las artes. Lo cierto es que poco tienen que ver con el entorno, sin embargo le dan un toque único e inconfundible, ahora todos hablan de Louvre como de aquel museo con pirámides vidriadas. Mal o bien, lo importante es que hablen, decía un paisano.
Como les contaba, regresé dos días después con la intención de hacerme cargo monetario de la entrada y disfrutar de las galerías que inundan el museo. Un día de sol, único en París, me sorprendió bien temprano a la mañana.
Tras una fila de cuarenta y cinco minutos...
Atroden de la pirámide y por ende del museo.
De la fila a las escaleras, de las escaleras al punto de venta de tickets y con el mapa del lugar en la mano, fui corriendo al primer piso de la colección, ¿para qué? Antes de que se llene de gente, para poder estar cerca y contemplar la obra de Leonardo.
Y esto es lo más cerca de La Gioconda que pude estar. La toma no es muy buena, pero sepan que alrededor pasaba esto...
Turistas = 80 % japoneses, 20% resto del mundo.
Galerías de arte.
El increíble Giuseppe Arcimboldo.
El impactante Giuseppe de Ribera.
Pintura al techo.
Otras obras que asombran:
El Napoleón I de Paul Delaroche.
(Famoso por la mano dentro del sobretodo).
Rescates de la colección egipcia:
Este gatito del 310 a.C.
Y la poderosa esfinge de Ramses II, en el subsuelo del museo.
Y de la colección griega, la niña mimada:
La Venus de Milo.
Eso es todo amigos y amigas, será hasta la próxima edición.
Esta selfie en el Museo de Louvre no da cuenta de un trastorno, pues la puedo justificar: resulta que me la tomé para el casting del Código Da Vinci II, estaban pidiendo CV con foto, aunque enseguida me dijeron que no quedé en el elenco, una decepción.